
Cómo romper una relación: guía para tomar una decisión difícil
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La imagen corporal es un concepto complejo que abarca cómo nos percibimos, imaginamos, sentimos y actuamos en relación a nuestro cuerpo. Según S. Rosen (1995), incluye no solo nuestra apariencia física, sino también nuestras creencias, pensamientos y emociones respecto a ella. Sin embargo, la pregunta que muchas personas se hacen es: ¿coincide siempre nuestra imagen corporal con la realidad?
La respuesta corta es no. La percepción que tenemos de nosotros mismos no siempre coincide con cómo nos ven los demás. Esto no implica que dicha percepción esté completamente distorsionada, pero sí puede haber diferencias. Un ejemplo común es nuestra voz: muchas veces no suena igual para nosotros que para quienes nos rodean. Este fenómeno también ocurre con nuestra imagen corporal. Nuestros pensamientos y emociones influyen, a menudo creando una imagen de nosotros mismos que no es objetiva.
Nuestro cerebro es un órgano poderoso que filtra la información de manera única, basándose en creencias, experiencias previas y emociones. En lo que respecta a la imagen corporal, tendemos a ser críticos con nosotros mismos. ¿Somos demasiado duros? En muchos casos, sí. La mayoría de las personas lucha con la autocrítica y el perfeccionismo, mientras que otras, como los narcisistas, tienden a tener una visión inflada de sí mismos.
Aquí es donde entra en juego la autocompasión, que se basa en la empatía y la aceptación personal. Ser amables con nosotros mismos cuando fallamos o sufrimos es clave para mantener el equilibrio emocional.
Es común que, al recibir un cumplido como “te ves genial”, nuestra respuesta interna sea de duda o rechazo. Esto ocurre porque estamos programados para confiar más en nuestras propias creencias y decisiones. Las creencias personales pueden crear una imagen distorsionada de nosotros mismos, haciéndonos resistir lo que los demás ven de manera más objetiva.
El bienestar psicológico está estrechamente ligado a la aceptación personal. Aceptarse a uno mismo y practicar la autocompasión son fundamentales para una autoestima sana. Pero también debemos reconocer que somos seres sociales, y la opinión de los demás influye en cómo nos percibimos. A pesar de que el autoconcepto es importante, la necesidad de pertenecer y ser aceptados socialmente es una característica inherente a la naturaleza humana.
La respuesta depende de múltiples factores, como la edad, las experiencias vividas, y si se ha buscado ayuda psicológica. Al igual que aprender un idioma, aceptar nuestro cuerpo y mejorar la imagen corporal es un proceso que puede tomar tiempo y esfuerzo.
No aceptarse a uno mismo puede llevar a problemas graves, como los trastornos alimentarios o el trastorno dismórfico corporal, una obsesión con algún aspecto físico que impide llevar una vida normal. Otros ejemplos incluyen la vigorexia, caracterizada por una preocupación excesiva por tener una estructura muscular grande, y que suele ir acompañada de dietas restrictivas y abuso de sustancias como anabolizantes.
Según Cash (1991), las personas con trastornos de imagen corporal suelen tener pensamientos recurrentes, como creer que su apariencia determina su valor personal o que si pudieran cambiar su aspecto, su vida mejoraría significativamente. Estos pensamientos, combinados con factores genéticos, traumas, o la influencia de los medios y redes sociales, pueden llevar a problemas psicológicos serios.
Los signos incluyen depresión, ansiedad, aislamiento social, y comportamientos obsesivos como mirarse en exceso al espejo o someterse repetidamente a cirugías estéticas sin alcanzar la satisfacción deseada. Además, las personas con estos trastornos pueden evitar mostrar ciertas partes de su cuerpo, cambiar su vestuario, o desarrollar hábitos alimenticios poco saludables.
La terapia psicológica es fundamental para tratar estos problemas. A través de la psicoeducación, los pacientes pueden comprender las creencias distorsionadas que tienen sobre su cuerpo. Además, trabajar en reducir la ansiedad social, el perfeccionismo y la baja autoestima es esencial. En algunos casos, los medicamentos como los ISRS pueden ser útiles para tratar la ansiedad y la depresión asociadas.
Las personas que han interiorizado los estándares de belleza impuestos por la sociedad, especialmente adolescentes, son más vulnerables. Según Veale (2004), algunos factores de riesgo incluyen predisposición genética, perfeccionismo, dinamicas familiares disfuncionales, timidez, y experiencias traumáticas como el bullying o el abuso sexual.
El entorno puede ser un factor crucial en la recuperación. Escuchar activamente, sin juzgar ni culpar, y buscar apoyo profesional en caso de duda son pasos esenciales para quienes sufren estos trastornos.
Desarrollar una imagen corporal positiva y mantenerla requiere esfuerzo, sobre todo en una sociedad que no está preparada para aceptar la imperfección. La adolescencia es un período especialmente sensible en el que se forman conceptos de autoconcepto y autoestima que afectarán el bienestar psicológico a largo plazo. En casos más complicados, como cuando hay un historial médico previo, los profesionales de la salud pueden adaptar el tratamiento para brindar un apoyo adecuado.
Debemos aprender a ver lo único y hermoso que hay en cada uno de nosotros, más allá de los falsos cánones de belleza que nos imponen los medios de comunicación. El equilibrio está en discernir entre lo que nos ayuda a sentirnos bien y lo que solo responde a expectativas ajenas.
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