Su definición: Es la creencia de la persona exitosa, capaz, que está logrando cosas buenas profesionalmente, académica y /o familiarmente, de ser un fraude total. La persona que padece este síndrome siente que todos sus logros son fruto de la casualidad, no de su capacidad intelectual, laboral o relacional.
El síndrome afecta, o ha afectado, a siete de cada diez personas a lo largo de su vida.
La persona “impostora”* siente inseguridad y poca confianza en sus competencias; siente que no está a la altura de las circunstancias y baja autoestima, en general. La consecuencia de esta inseguridad es la de utilizar la autocrítica en todo lo que lleva a cabo y de ser excesivamente autoexigente. Los objetivos que se pone nunca se logran, y si se logran, siempre han intervenido factores externos a ella, o ha sido cuestión de suerte.
El síndrome se estructura a partir de un juez interno que boicotea a la persona ante cada situación relacionada con sus diferentes entornos. Es un juez inquisidor que la cuestiona constantemente y le genera dudas sobre sí misma, que afectan a lo que piensa sobre sí misma y a la forma de relacionarse con los que la rodean. Este estricto juez interno va a conducir a la persona a sentimientos de fracaso e inadecuación.
Efectivamente, la “impostora” va a llevarse siempre consigo el temor a fracasar y a ser o actuar de forma inadecuada.
Séneca dijo: vayamos donde vayamos nos llevamos a nosotros mismos y no hay forma de evitar esta condena.
Los éxitos logrados y las felicitaciones, o cualquier signo de aprobación por parte de los demás, la “impostora” va a gestionarlos según su creencia: va a ser impermeable a estos comentarios positivos y va a encontrar siempre un error o cualquier cosa que le va a servir para mantener su posición. Asimismo continuará con sus expectativas de fracaso ante situaciones en las que habrá tenido éxito anteriormente. La persona que sufre este síndrome valora muy por encima los errores y minimiza los éxitos.
Para lograr satisfacer su percepción de las situaciones que vive, para poder resolverlas y quedarse tranquila, la “impostora” usa el control como recurso: El perfeccionismo es su estilo de trabajo.
Valora y cuestiona lo que piensa y hace para evitar cometer errores, pero esto la lleva a generarse más dudas e inseguridad. Paradójicamente, todo lo que intenta para sentirse mejor, la conduce dentro de un laberinto sin salida.
Cuanto más se ofrece para efectuar tareas que no le corresponden, alarga horas de trabajo para que su labor resulte perfecta, o controle varias veces, sin acabar nunca satisfecha, la tarea del día, su creencia de que es incapaz aumenta. Efectivamente, las personas con quienes convive, tanto en el entorno laboral como en el social o familiar, se habitúan a su fuerte capacidad de trabajo y la normalizan, o a su manera obsequiosa de anticiparse a los deseos de la familia, o de hacer favores a los amigos. Esta normalización provoca que la “impostora” sienta que no se la está valorando, y eso refuerza su sentimiento de incapacidad y baja autoestima e inadecuación.
La “impostora” piensa además que es un fraude, que está engañando a todos en todo lo que hace, y teme que la descubran, por esto continúa necesitando ser perfecta y acude anticipándose a las tareas que sean: la trampa está bien construida por ella misma.
El estado de alerta al que se ve sometida exigiéndose la perfección, los temores a ser descubierto su engaño, junto a la previa inseguridad, sentimiento de incapacidad y temor a fracasar, estructuran y consolidan un malestar emocional que genera un cuadro de ansiedad, angustia y tristeza.
Se puede salir de esta trampa, pero mejor con ayuda ya que hay que cambiar la percepción de sí mismo. Como sugerencia para poner en práctica se puede hacer este ejercicio que nos puede ayudar a pensar si lo que estamos haciendo es lo que realmente deseamos:
Imagina que esta noche te acuestas y te duermes, y mañana te despiertas y ha sucedido el milagro de que te sientes segura de ti misma y ya no eres un fraude: ¿cómo sería tu nueva vida? ¿Qué harías diferente?
Adelante, piensa que, si te reconoces en esta situación puedes cambiarla, puedes comenzar por esta estrategia mental y observar que pequeños cambios observas en ti misma, en ellos está la clave del cambio que desees ver en ti.
Si lo prefieres, o si ves que el problema se mantiene, podemos acompañarte y ayudarte a resolverlo.
¿Te has sentido impostor o impostora alguna vez y quieres explicárnoslo?, seguro que tus comentarios serán interesantes y útiles para otras personas. Muchas gracias por tu atención.
*En el texto “la impostora” en femenino para referirse a la persona impostora.
Esperamos que este artículo te haya ayudado.
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