¿Tu hijo tiene miedo de dormir solo? ¿Teme que los monstruos de debajo de la cama le vayan a comer?
La imaginación juega malas pasadas, y en los niños especialmente, porque ellos llegan a creerse sus propias fantasías.
Cualquier narración, imagen o conversación que el niño atiende le puede sugerir fantasías y, al llegar la noche, puede trasformarlas en realidades.
Las causas de que aparezcan los miedos pueden ser varias y pueden afectar en mayor o menor grado, ¡pero lo que nos interesa es resolver la situación para que podamos descansar todos sin problemas!
Para que una estratagema funcione con un niño, lo recomendable es utilizar la imaginación, el juego, y también hacer un poco de teatro:
Le dices a tu hijo que vais a formar el equipo perfecto de cazamonstruos. Le cuentas también que los monstruos se alimentan de los miedos y de las galletas, y que con ellos vais a eliminarlos. Luego preparas una bolsa y le dices a tu hijo que diga todo lo que le asusta, todo lo que le da miedo. Tiene que describir a los monstruos con todo lujo de detalles para meterlos en la bolsa y tiene que hablar dirigiéndose a la bolsa. Puede incluso dibujar estos monstruos y colorearlos para meterlos seguidamente también en la bolsa. Después, la cierras bien atada y te la llevas a tu habitación.
Luego pondrás unas galletas al lado de la bolsa. Los miedos y las galletas atraerán a los monstruos, y al día siguiente comprobaréis si han venido por la noche. El primer día faltará una galleta, al otro, media, y al tercero, estarán todas las galletas. ¡Los monstruos se habrán ido!
A menudo queremos cambiar actitudes o maneras de hacer de los niños y lo intentamos con toda nuestra mejor intención, utilizando estrategias que pensamos que funcionarán, pero es difícil que logremos nuestro objetivo si vamos a buscar los recursos que conocemos desde el pensamiento del adulto: el niño funciona con la imaginación y – como se ha dicho más arriba – desde el juego: para que cambie su percepción necesita vivirla y sentirla diferente.
Resulta muy complicado proteger a nuestros niños de toda la información, imágenes y publicidad que reciben a través de los medios de comunicación y de la tecnología (entre otras cosas porque seguramente tienen mayores conocimientos que nosotros para acceder a los medios), pero es bueno para ellos que los padres estén al corriente de lo que ven y lo que escuchan.
El miedo a un monstruo puede venir de una imagen vista en un anuncio de una película, de lo que les explican y describen otros amigos en el patio del colegio… o de lo que se bajan cuando acceden a youtube.
Por este motivo es bueno dedicar un rato cada día a charlar con los niños y averiguar qué juego está de moda en el patio, cuál es la película de la que se habla, ¡y hasta entrar en internet con ellos y que nos enseñen lo que visitan!
El miedo a que vengan monstruos y se nos lleven es un miedo evolutivo, como el miedo a la oscuridad… miedos que van desapareciendo con la edad y al comprender mejor lo que les rodea. Han existido desde siempre: de aquí el invento del “Atrapasueños”.
Cuando un niño tiene ansiedad porque sucede algo en su entorno que le está preocupando y no es capaz de resolver, los miedos aumentan y resultan más difíciles de eliminar. En este caso hay que estar atento a lo que le pasa, ver qué sucede en cada uno de los entornos en los que se mueve, ante todo el familiar y después el social y escolar. Cualquier cambio en la vida de un niño – y cuanto menor es, más le afecta – puede originar un estado de ansiedad que favorecerá la fantasía y la aparición de los monstruos.
Si quieres cambiar, ¡aprende primero a actuar!