Los celos entre hermanos son algo común y corriente y entran dentro de la normalidad en las relaciones familiares, siempre que sean pasajeros y circunstanciales.

Debemos preocuparnos únicamente cuando vemos que el niño desarrolla conductas de agresividad, rabietas y exigencias que antes no expresaba y que se van acentuando y manteniendo en el tiempo.

El niño celoso es un niño que sufre y lo está expresando con esas conductas mencionadas. Los padres pueden resolver la situación gestionándola de forma adecuada.

En su estado celoso, el niño teme perder el cariño de sus padres y lucha porque eso no suceda comportándose de tal manera que puede desestabilizar la dinámica familiar, hasta lograr que los padres lleguen a perder el control de la situación.

En estas situaciones las soluciones que intentan los padres son:

  • utilizar frases como “tienes que querer a tu hermanito…eres más grande que él…no puedes hacerle eso…dale un beso y pide disculpas… 
  • reñirle 
  • castigarle porque pega o insulta al hermano
  • obligarle a dejar sus cosas al hermano..

Es importante antes de nada reconocer el sentimiento del niño, caso contrario él tendrá la sensación de que nadie comprende lo que le está pasando y seguirá frustrado con la conducta inadecuada.

Podremos decirle “Comprendo lo que sientes/veo que estás con mucha rabia con tu hermano por no dejarte jugar/que estás harto de tener que compartir tus cosas… pero  no se puede pegar ni hablar de esta manera…”  

Cuando reconocemos el sentimiento del otro hay muchas más probabilidades de que el nivel de frustración baje, en caso contrario, sintiéndose incomprendido, el niño probablemente reiniciará su conducta inadecuada de manera repetitiva para poner en evidencia su descontento.  

El objetivo es enviar el mensaje que aceptas el sentimiento, pero no la conducta inadecuada.

Otra intervención que suele funcionar, cuando sucede que un hermano abusa del otro porque es más fuerte, es la de ir a buscar al más débil, cogerlo de la mano y llevarlo con nosotros diciendo en voz alta: “debes perdonar a tu hermano porque no es capaz de controlar su enfado; ahora nosotros vamos a jugar…. O me vas a ayudar a hacer…..” ; esto se hace con tranquilidad,  sin dedicar una mirada al niño que trató mal al otro, ni decirle una palabra.

El niño que nos llevamos quedará consolado, mientras que el otro sentirá la frustración de no ser atendido y habrá perdido el control de la situación: le frustramos su necesidad de empoderamiento. 

Cuando ponemos una estrategia en marcha, es necesaria mucha constancia y capacidad de observación de cómo el otro reacciona, darnos un tiempo para permitir que el niño comprenda que algo ha cambiado en la dinámica, y así responder a este cambio.

Es necesario recordar que la dinámica de la relación entre hermanos es el entreno de lo que hace un niño fuera de casa; con los compañeros de colegio, los amigos, o sus iguales que  va a encontrar en los diferentes entornos en los que se va a mover. Por esta razón, es importante tener también en cuenta que la tarea de los padres respecto a la manera de enseñar a gestionar sus emociones, a cómo reaccionan sus hijos, va a ser la guía para relacionarse mejor o peor en sociedad. Cuando los padres escuchan al niño antes de reaccionar, le están enviando un mensaje claro: “antes de decidir, debo saber bien qué ha pasado, para después valorar mi respuesta”. Siempre que los padres reaccionan con calma ante situaciones alarmantes, el niño entiende que sólo encontrará la respuesta a un conflicto desde la calma.

Los padres son el modelo que guiará al niño toda su vida. Los conflictos de casa son el entreno del niño para la vida.