Los adolescentes tienen mucha curiosidad por la sexualidad y esto es muy normal, ¿verdad?
Los medios de acceder a la pornografía han cambiado muchísimo desde las últimas décadas. Efectivamente, la facilidad de acceso, la universalidad de internet, el anonimato de la persona que accede o consulta, y la normalización – cada vez mayor – de los contenidos pornográficos, popularizan enormemente su uso.
La pornografía cada vez más se acepta como un entretenimiento del que cada uno tiene derecho a disfrutar. Incluso se utiliza subliminalmente en publicidad y videojuegos, accesibles en estas etapas de edad.
El hecho de que sea tan fácil y rápido recabar esta información nos lleva a que existan ciertos riesgos para el adolescente.
La mente del adolescente aún no está formada ni suficientemente preparada para tener relaciones afectivas y sexuales; todavía tiene dificultades para gestionar este tipo de relaciones: el estudiante de la ESO está formándose y aprendiendo también estas asignaturas.
El hecho de recibir la información sobre cómo tener relaciones de pareja, afectivas y sexuales a través de la pornografía que le llega on-line, le genera aún más confusión.
La información que recibe es la siguiente:
- sexo explícito con imágenes directas de genitales
- mensajes engañosos
- distorsión de la realidad
Las imágenes y escenas con prácticas que salen de la realidad suelen generar ansiedad y estrés, ya que son imágenes perturbadoras que una mente en desarrollo tiene dificultades para procesar.
Los contenidos que reciben estos adolescentes suelen estar llenos de violencia y con roles hombre-mujer basados en la diferencia, la explotación femenina y la falta de empatía.
Otras distorsiones que crean confusión y pueden generar ansiedad y consecuencias emocionales son.
- idealización de cuerpos de hombre y mujer perfectos
- tamaños o configuración de genitales
- mitificación del placer
- potenciación de conductas de riesgo
- normalización de conductas agresivas
Otros riesgos del acceso a la pornografía on-line son: la interacción con personas desconocidas ( o utilización del anonimato para un beneficio: publicar algo en red sobre otra persona), la invasión de la intimidad, o el fenómeno “sexting” ( selfies desnudos o semidesnudos que comparten por las redes por propia voluntad o porque alguien lo incita).
Muchos estudios confirman que adolescentes (chicos y chicas), por el miedo a que no serán capaces de reproducir lo que han observado en pornografía, desarrollan expectativas altísimas de performance sexual, provocando disfunciones sexuales, ideas machistas y alta insatisfacción con la apariencia física, lo que conduce a la frustración.
Cuanto más jóvenes son los que quedan expuestos a esta información, más impactante es y mayor influencia tendrá en su desarrollo afectivo-sexual.
¿Se puede prohibir, impedir? Es muy difícil .
¿Que hacer? Podemos aportar información sexual a nuestros hijos para que no tengan solamente como fuente de información la pornografía; explicar que la pornografía es sólo una forma de entretenimiento y estimulación y que no representa necesariamente el sexo en la vida real ya que el sexo tiene que ver con relacionarnos, la interacción, el respeto y el reconocimiento del otro.
Es muy importante dialogar y debatir en la familia y en los contextos educativos sobre la igualdad de sexos, los conceptos de consentimiento, autonomía y libre decisión. Cada adolescente necesita sentirse seguro de sí para poder decidir y elegir cómo utilizar la información; la seguridad y acierto lo obtendrá a partir de los valores y la ética que habrá aprendido en su entorno familiar.
Actualmente aparece en los estudios que el inicio precoz de relaciones sexuales genera mayores probabilidades de sufrir problemas ginecológicos y psicosociales en la vida adulta. Está demostrado que en los modelos familiares autoritarios y permisivos se suele dar un inicio más precoz de relaciones sexuales que en modelos educativos más moderados, en los que hay un control e información de lo que hace el adolescente y una libertad adecuada.