Hablamos constantemente de que queremos vivir en paz y en contra de la violencia. Pensamos que la paz conlleva bienestar, mayor equilibrio y tranquilidad a nuestras vidas; sin embargo, como seres humanos, estamos llenos de contradicciones, que están presentes constantemente en nuestras dinámicas relacionales y que generan conflictos que tenemos que resolver.

Si tenemos en cuenta que hay cuatro emociones básicas sobre las que organizamos nuestra percepción de los acontecimientos vitales: el placer, el dolor, el miedo y la rabia, entonces ¿Qué sucede cuando nos hallamos frente a un conflicto? Nuestra respuesta se estructura basándonos en estas emociones: Cuando nos quitan un placer, reaccionamos rechazando esta intrusión y podemos responder, dependiendo de la situación, con miedo si nos sentimos amenazados, con dolor si se trata de una pérdida (material, afectiva…), y en ambas situaciones, antes o después, puede intervenir la rabia.

Efectivamente, la existencia del sentimiento de frustración generado porque no nos es posible satisfacer nuestras necesidades o lograr determinados objetivos, es un factor muy determinante que puede desencadenar una conducta agresiva o incluso violenta.

Berkowitz, psicólogo social estadounidense, conocido por sus investigaciones sobre el altruismo y la agresión humana (1926-2016), defiende esta hipótesis; sostiene que la respuesta agresiva -incluso violenta- puede aparecer cuando nuestros deseos u objetivos se ven impedidos por completo. Defiende que una solución comprensible al conflicto puede ser menos frustrable y, por lo tanto, menos generadora de respuesta agresiva. La solución debería ser buscada desde la multilateralidad y no desde la imposición, de lo contrario genera más frustración.

El verdadero problema no es tanto la aparición del conflicto, como el medio que elegimos para resolverlo.

 

DESAFÍO

“Es imprescindible un poco de lucha. Las tormentas con sus truenos, relámpagos y tristezas, nos enriquecen tanto como la felicidad y la alegría”.

Oí una parábola antigua, y debe ser muy antigua, porque en aquellos días Dios acostumbraba a vivir en la tierra:

Un día un viejo campesino fue a verle y le dijo: «Mira, tú debes de ser Dios y debes haber creado el mundo, pero hay una cosa que tengo que decirte: No eres un campesino, no conoces ni siquiera el ABC de la agricultura. Tienes algo que aprender». Dios dijo:»¿Cuál es tu consejo?» El granjero dijo: «Dame un año y deja que las cosas se hagan como yo quiero y veamos qué pasa. La pobreza no existirá más».

Dios aceptó y le concedió al campesino un año. Naturalmente pidió lo mejor y solo lo mejor: ni tormentas, ni ventarrones, ni peligros para el grano. Todo confortable y cómodo y él era muy feliz. El trigo crecía altísimo. Cuando quería sol, había sol; cuando quería lluvia, había lluvia. Este año todo fue perfecto.

El trigo crecía tan alto que el granjero fue a ver a Dios y le dijo: «Mira, esta vez tendremos tanto grano que si la gente no trabaja en diez años, aun así tendremos trigo suficiente».

Pero cuando se recogieron, los granos estaban vacíos. El granjero se sorprendió. Le preguntó a Dios:»¿Qué pasó?¿Qué error hubo?»

Dios dijo:»Como no hubo desafío, no hubo conflicto, ni fricción, como tú evitaste todo lo que era malo, el trigo se volvió impotente. Un poco de lucha es imprescindible. Las tormentas, los truenos, los relámpagos son necesarios, porque sacuden el alma dentro del trigo».

La noche es tan necesaria como el día y los días de tristeza son tan necesarios como los de felicidad. A esto se le llama entendimiento. Entendiendo este secreto descubrirás cuán grande es la belleza de la vida, cuanta riqueza llueve sobre ti en cada momento, dejando de sentirte miserable porque las cosas no ven de acuerdo con tus deseos.

(Cuentos y Fábulas de Buda, Sri Deva Fénix – prof. Félix E. Díaz)

 

Como expresa la historia, el conflicto o las dificultades refuerzan a la persona para hacerse más fuerte y crecer en recursos que le ayudarán a evolucionar en el entorno, siempre que sea capaz de gestionarse y utilizar estrategias que no tengan consecuencias negativas permanentes. El uso de la violencia como estrategia desemboca en relaciones disfuncionales que pueden generar víctimas. Como dijo Gandhi:

 

“Me opongo a la violencia porque cuando parece causar el bien este solo es temporal. El mal que causa es permanente”

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